Vivimos en un mundo donde el estar apurados y frenéticos es la norma. Cada espacio silencioso está ocupado por algún estilo de ruido: el tráfico, la televisión, la radio, música, conversación. Tenemos temor de los espacios y lugares silenciosos y vacíos. Pero resulta que es allí donde debemos esperar para encontrar a Dios y ganar fuerzas.